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Investigadores y bibliófilos rescatan bulas papales y hojas de incunables utilizadas para encuadernar manuales



Libro del siglo XVIII, con hojas recortadas, que escondía un arma


Muchos libros antiguos no son sólo transmisores de cultura, sino también de secretos bien guardados e incluso conservadores de hojas sueltas 'supervivientes' de incunables ya desaparecidos.

A este instinto de protección no escapan documentos oficiales de antaño, billetes que ya no están en curso legal o escritos religiosos. Precisamente este mismo año, en Segovia, los técnicos del Archivo de la Catedral, sacaron a la luz cinco ejemplares de una bula del entonces cardenal Rodrigo de Borja, valenciano futuro papa Alejandro VI, fechada en 1473.

En este caso, se trataba de cinco pergaminos de contenido interesante que, según los especialistas, destacaban por ser la primera bula impresa en la península ibérica y la tercera salida de la imprenta tras las realizadas en las ciudades alemanas de Gutenberg y Nethasen.

El hallazgo se produjo en enero de este año y, una vez más, fue fruto de la casualidad. El descubridor fue Bonifacio Bartolomé, responsable del archivo de la Catedral de Segovia. Este investigador estaba revisando libros incunables en busca de fragmentos de pergamino con contenido musical y la música se tornó en unas letras góticas.

"La bula estaba semioculta, porque se empleó para encuadernar el libro que actualmente lo contiene, pero hubo dos cosas que me dieron pistas. En primer lugar, la tipografía gótica era poco usual en España en esa época y, en segundo lugar, leí tres palabras 'Nos don Rodrigo' y, por libros que había leído sobre el tema, lo relacioné de inmediato con la bula de Rodrigo de Borja"
Bartolomé


Reciclaje con incunables

Muchos bibliófilos valencianos también encuentran gratas sorpresas cuando adquieren libros antiguos o incunables. Un caso es el de Rafael Solaz que, en un libro del siglo XIX encontró una bula papal fechada en 1600.

"Estaba escrita en latín. Es bonito poder encontrar estas hojas impresas porque son documentos muy efímeros, que se pierden y no quedan reflejadas en la historia"
Rafael Solaz.


La técnica de encuadernación de siglos pasados no contaba con los mismos medios que hoy en día y "era normal reciclar papeles para hacer capas tipo cartón y formar el libro. De hecho, se han dado muchos casos de encontrar hojas de libros del 1400 en libros posteriores", añade Solaz.

Pero estos libros antiguos no sólo albergan escritos y hojas de incunables, también han servido de protectores de láminas de pintores. "Un señor en el rastro de Valencia compró un libro y dentro encontró un dibujo de Pinazo", explica una experta en arte que prefiere guardar el anonimato.

Pero para caso curioso, el que vivió en primera persona Solaz, que hace ya muchos años adquirió un libro y encontró un doble fondo. "Fui a comprar un libro del siglo XVIII a una familia de la calle Colón y resulta que anteriores propietarios o antepasados habían vaciado hoja a hoja el libro, creando un hueco central, donde había escondida una pequeña arma. Yo, naturalmente la devolví y me quedé con el libro, que era lo que me interesaba"

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