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Historia de la caligrafía: Claude Mediavilla



La caligrafía nació en una cueva según Claude Mediavilla, quien pone a las de Altamira y Lacaux como ejemplos de los primeros registros conservados de la "tentación hacia lo escrito". Allí se reunieron los elementos del proceso de la escritura: el soporte (la pared); los utensilios (la madera quemada, la grasa animal) y las estructuras del lenguaje. El origen fue una cueva, defiende Mediavilla, y el presente es la pintura abstracta. En medio, más de 30.000 años de evolución que el profesor de Bellas Artes francés (Toulouse, 1948) recoge en un libro, Caligrafía (editorial Campgràfic)

El rastreo de Mediavila pasa de las pinturas rupestres a los pictogramas sumerios y los jeroglíficos egipcios y después a las romanas, cuyas letras capitales, gracias al Imperio, acabarían convertidas en la escritura de Occidente. La evolución de la caligrafía va en paralelo a la de las propias corrientes artísticas -la palabra caligrafía viene del griego y significa arte de escribir con buena letra: Románico, gótico, renacentista, flamenca...-.

Mediavilla publicó el libro en Francia en 1993, pensando sobre todo en los profesores y estudiantes de universidad, pero el libro se vendió mucho mejor de lo esperado y fue traducido al inglés. El profesor opina que ello se debe a un renacimiento de una disciplina que gozó de muy buena salud en Europa hasta la llegada de la era industrial. Los artesanos se fueron extinguiendo en el continente mientras su arte se mantenía -y se mantiene- con vigor en Asia. El profesor suele recordar que los escolares chinos y japoneses manejan indistintamente el bolígrafo y el pincel hasta los siete años.

Caligrafía es un repaso a la historia y es al mismo tiempo un manual de instrucciones. El autor dedica un capítulo entero a los instrumentos del calígrafo. Y Xavier Llopis, de la editorial Campgràfic, asegura que cualquier lector con un mínimo de formación puede aprender los secretos básicos del arte siguiendo los pasos indicados. El más importante, asegura Mediavilla, es el gesto.

El libro describe la postura que el calígrafo debe adoptar antes de comenzar a escribir; y el ángulo, el ritmo y la separación con la que conviene hacerlo. El profesor, sin embargo, insiste en que las letras deben escribirse a mano, sin recurrir a instrumentos como el compás.

En el libro se deconstruyen las letras en el número, orden y sentido de los trazos que deben tener -lo que se llama ductus-. Se señala cómo coger la pluma, y unas páginas más adelante cómo prepararla, empezando por su macerado. En el libro aparecen las fotografías de una pluma de águila real y de otra de buitre leonado, listas para escribir, aunque el autor se encarga de recordar que su obtención es imposible dado que ambas especies se encuentran en peligro de extinción.

El último capítulo del libro está dedicado a la pintura abstracta, y en él aparecen reproducidos numerosos cuadros, entre otros, del propio autor. La historia de Mediavilla es en cierta forma la contraria a la que sigue su libro: comenzó queriendo ser pintor y acabó decantándose por la caligrafía, que considera íntimamente relacionadas. "Una palabra escrita en árabe, para alguien que no lo entiende, es solamente un signo, una representación abstracta", explica.

El libro parece adecuado para los profesionales y aficionados a la caligrafía, y a los diseñadores gráficos y tipográficos, pero puede interesar también al público interesado en conocer las interioridades de la práctica de la escritura, cada vez menos habitual a causa del auge de las máquinas, a través de un libro cuidadosamente encuadernado y repleto de ilustraciones. Algunas son joyas, como la página copiada por Gherardo del Ciriago para Giovanni di Cosimo de Medici, en 1457 (guardada en la Biblioteca Nacional de París), o, en otro estilo y en menor tamaño, el dibujo de Dong Jun (dios del río), realizado por Zhag Wo para el rollo Las nueve canciones durante la dinastía Yuan (1271-1368).

Como corresponde a un artista, Mediavilla ha elaborado una teoría sobre la relación entre la forma de escribir y la "energía interior" expresada en el acto. El peligro de considerar la caligrafía sólo un arte, advierte el editor Xavier Llopis, "es que ya sabemos lo que ocurre con él: primero entra en el museo, y después se muere".

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