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Las palabras rebeldes de Blas de Otero

Paco Ignacio Taibo I
21 de marzo de 2006

Un poeta mexicano que vivió cómodamente durante varios sexenios en nuestro país declaró al final de su vida que no había podido contar muchas cosas porque "el clima censor" se lo había impedido.

Recordando esta anécdota a mí se me vino a la cabeza otra que yo viví cerca de Blas de Otero.

Blas de Otero nació en 1916 y fue un constante defensor de las causas nobles y poco apegadas a lo "socialmente correcto".

Por los días a los que me refiero, marcados por el fascismo, Blas de Otero había publicado un libro con una página manuscrita en la que muchas palabras eran intraducibles.

Eran palabras que el poeta había ocultado bajo una caligrafía engañosa y atormentada. El libro se llamó Pido la paz y la palabra.

Los admiradores de Blas se lanzaron a la tarea de descifrar qué significaban aquellas palabras tan emborronadas y aparentemente sin sentido.

Y Blas, pacientemente, fue dictando a cada uno de cuantos se le acercaron el sentido correcto de la palabra prohibida. De tal forma que a los pocos años por toda España circulaban los libros en los cuales cada palabra negada por los censores había recuperado su verdad, su ironía, su malicia y en ocasiones su alegre sentido de la venganza.

Blas de Otero se murió en 1979 y su libro de poemas "cuidadosamente corregido por el autor" es algo más que un grito de rebeldía, es también una manera de burlar a los ojos pazguatos de una censura a la que se le puede torear si el poeta, el autor, pone un poco de riesgo y de gracia en el lance.

La última vez que vi a Blas de Otero caminábamos a la orilla del mar Cantábrico atravesando hileras de grúas, penachos de humo, ruido de máquinas y obreros afanosos.

Como yo hablaba en aquel momento de la poesía del siglo XVII él me interrumpió con un gesto:

No es honrado hablar de poesía aquí.

Y me señaló a la gente que trabajaba.

Luego añadió: quiero decir, de otro tipo de poesía que no sea esta.

Yo me callé.

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