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Ésta no es la tipografía del Quijote.

Ésta no es la tipografía del Quijote.
Es la tipografía donde queremos que habite algún día el Quijote.

Este proyecto tipográfico toma como punto de partida la primera edición del Quijote, impresa en 1605 por Juan de la Cuesta, pero no es un trabajo de arqueología que pretenda mejorar con medios digitales la edición original. El objetivo de este alfabeto es crear una nueva herramienta que atrape y exprese el estilo del Quijote para transmitir a los lectores de hoy el espíritu de la obra cervantina. En la interpretación libre de esta idea se han adoptado una serie de licencias que en rigor no son propias del siglo xvii, como la exageración de algunas formas, la inclusión de nuevos glifos y la creación de una negrita. No se trata pues de una versión rigurosamente histórica, pese a reflejar detalles y anécdotas de las tipografías originales. La intención del proyecto es rendir homenaje a uno de los más grandes hitos de la literatura universal con un alfabeto especialmente diseñado para componer una nueva edición de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Éste es su único fin.


Primera edición del Quijote de Juan de la Cuesta, 1605.

El proyecto rescata algunas de las anecdotas tipográficas de la primera edición, como la característica "v" de caja baja itálica utilizada en los versos preliminares.

El proceso de trabajo toma como punto de partida algunas características del la edición del 1605, pero en ningún caso se trata de una reinterpretación rigurosa de esa impresión, sino de una idealización barroca que incorpora algunos de estos detalles de la primera edición.

¿Por qué una tipografía barroca?

Es probable que no necesitemos más tipos de letra. Pero, en todo caso, ¿qué utilidad tiene un tipo como éste en el siglo xxi?

Desde una perspectiva lineal de la historia, y en comparación con la "garalda o renacentista", la tipografía barroca destaca por un acentuado juego de ejes y contrastes irregulares que impregnan el texto de gran viveza. Entre otras virtudes se ha demostrado que los tipos barrocos son idóneos para una lectura larga.
Las letras barrocas parecen estar diseñadas de manera individual, cada carácter tiene personalidad propia. Pero en la composición de las palabras, que son las unidades de las que depende la legibilidad, cada elemento parece estar en su lugar y cumple una función. La aparente falta de coherencia se convierte en una virtud, ya que dibuja palabras de gran personalidad, ofreciendo, a la vista un "gris" armónico y de gran funcionalidad.


La versión italica representa a la perfección el espiritu de la tipografia barroca, la inclinación del eje es distinta en cada letra, y parece estar diseñada desde el caos, sin embargo la legibilidad es óptima y el contraste con la redonda excelente.

En la creación de este alfabeto se han interpretado algunos aspectos de las impresiones de la época, pero sin imitar las imperfecciones técnicas. En general las versiones digitales historicistas tienden a acentuar el contraste, es decir, aumentan la diferencia entre los trazos horizontales y los verticales. Probablemente se debe a la necesidad comercial de adecuar los tipos al gusto actual y de solucionar con un solo patrón la infinidad de tamaños que permite la tecnología digital. Además, esas versiones casi siempre se imprimen con técnicas distintas a las del siglo xvii, raras veces en metal. El resultado en cuerpo de texto tiene un aspecto más ligero y contrastado, perdiendo así muchas de las virtudes originales.


Las distintas inclinaciones en los ejes de las letras, y el tratamiento vigoroso de los remates permite un excelente dibujo de la palabra, lo que incide directamente en un alto grado de legibilidad.

Esta nueva tipografía, especialmente desarrollada para ser utilizada en cuerpo de texto, presenta un contraste menor que la mayoría de las reinterpretaciones barrocas, tanto en las transiciones de trazo grueso a fino como en las entregas a los serifs. Esto permite un ajuste óptimo en términos de legibilidad que se refuerza con el desarrollo de una versión complementaria diseñada para ser reproducida en cuerpos grandes. También el llamativo amaneramiento de las terminaciones y el diseño de caracteres alternativos ayuda a conferir personalidad y vida al texto, creando palabras con identidad y con un alto grado de legibilidad. Todo ello sumado a la textura de los contornos de la letra, que emula el tono del texto original del Quijote de 1605, justifica la razón de existir de este nuevo alfabeto.


¿Por qué es la letra del Quijote?
Tal como dice Harold Bloom, Don Quijote y Sancho Panza son los conversadores ideales. Cambian a medida que se escuchan mutuamente.
Los aspectos contradictorios de la letra barroca, a nivel formal y estructural, y las diferencias expresivas entre la redonda y la itálica son un sutil reflejo de la locura del personaje. Si en Don Quijote conviven la cordura y la locura, también la tipografía barroca contiene dos caras en un mismo ente. Y la negrita es Sancho Panza, el contrapunto mundano, rudo, claro y sincero. Al igual que no consideramos redonda una letra si no es por contraste con la cursiva o la negrita, tampoco concebimos a Quijote sin Sancho ni a Sancho sin Quijote. La redonda, la cursiva y la negrita hablan entre ellas y cada una justifica la existencia de la otra.
No es la intención realizar una versión facsímil de la tipografía del Quijote, ya que supondría relegar al pasado una obra que, erigida en clásico, goza de plena autoridad y modernidad. Con los acabados de este alfabeto se apuesta por la excelencia técnica, tanto en la definición de la forma -unos contornos geométricos de arcos y rectas sin textura- como en el tratamiento del espaciado de los pares de letras especiales, aportando además la inclusión de caracteres alternos mediante la tecnología OpenType. A su vez, las versiones negrita, Display, versalita y palo seco están destinadas a usos que todavía sitúan más este proyecto en el presente. Esta tipografía no pide ser utilizada en un diseño historicista, es una letra del siglo xxi constituida con elementos del xvii pero absolutamente moderna.

El diseño de carácteres alternativos, permite personalizar algunas palabras, reforzando sus características propias y aportando al conjunto riqueza en la textura.

¿Y es española?
No existe una tipografía española. No la ha habido y no se pretende inventarla con este alfabeto.

Los maestros de las imprentas españolas de la época de Cervantes casi siempre importaban sus punzones, matrices o tipos de países con mayor tradición tipográfica, como Holanda y Francia, o bien copiaban esos modelos. Existen hitos tipográficos españoles de cierto mérito, y muchas veces se ha intentado encontrar un supuesto estilo hispánico a partir de detalles muy concretos.
El nuevo alfabeto no reivindica unas formas españolas; no presenta ninguno de los elementos, en este caso anecdóticos, que normalmente funcionan como tópico español.
Este conjunto de glifos remiten a un documento gráfico concreto e intentan recrear en el presente un espíritu, una idea y una época.

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